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¿Qué es una Nacion?

Una nación es: toda la colectividad humana que comparta identidad cultural, idioma, tradición histórica, instituciones, territorialidad y cosmovisión.

La Nación como etapa superior de las agrupaciones humanas es una categoría sociológica que lo diferencia del concepto de Estado que es una categoría política.

¿Que es una nación?

By Margot Mariaca

¿Que es una nación?.

Una nación es:

…toda la colectividad humana que comparta identidad cultural, idioma, tradición histórica, instituciones, territorialidad y cosmovisión,....” (CPE Art. 30, numeral I)

Una Nacion es una Comunidad en las que sus componentes se reconocen por adelantado en una institucionalidad a la que reconocen como propia y, dentro de la cual, integran sus luchas sociales, sus competencias y mentalidades. (GARCÍA LINERA, Álvaro, “¿Qué es una Nación? en Critica, No.- 3, Septiembre 2001, La Paz, Bolivia, paginas 6 y 7).

Las naciones son fronteras sociales, territoriales y culturales que existen previamente en las cabezas de los con-nacionales y que tienen la fuerza de objetivarse en estructuras materiales e institucionales

Lo que importa del territorio, de la lengua, de la cultura, incluso de la economía no es su sumatoria porque ni aun sumando esos cuatro componentes se tienen las naciones; lo que importa es como es que se trabaja esos elementos hacia el porvenir, esto es, su connotación histórica o grado de calificación utilizables por el conglomerado social que por adelantado se reconoce en un destino común, en una comunidad de pertenencia y trascendencia. En el fondo, territorio, cultura, lengua, son un producto del devenir de la nación, su validación histórica y su verificación material, no el punto de inicio de su formación.

Las naciones son construcciones que crean un sentido de pertenencia a un tipo de entidad histórica capaz de otorgar sentido de colectividad trascendente, de seguridad histórica ante los avatares del porvenir, de adhesión familiar básica entre personas a las cuales seguramente nunca se las podrá ver pero con las cuales se supone se comparte un tipo de intimidad, de cercanía histórica, de potencialidades convivenciales que no se las posee con otras personas que conforman la otredad, la alteridad. (García Linera, Álvaro, “¿Qué es una Nación? en Critica, No.- 3, Septiembre 2001, La Paz, Bolivia, pagina 6, 7).

La idea de "una Nación, un Estado", de la época de Napoleón, se está dejando de lado, para entrar en la idea de que varias naciones no necesariamente tienen que crear sus propios Estados. Esto se verifica con que en el mundo hay unas cinco mil naciones con sus propias lenguas pero no existen tal numero de Estados registrados en la ONU.

Los temores de balcanización—desmembración política de un Estado constituido por diferentes naciones. Es decir cada nación a la larga o a la corta forma siempre su propio Estado— se da cuando el Estado Unitario no reconoce a las naciones. En el caso de la región llamada los Balcanes una nación no reconocía a la otra, cada nación quería que la otra se subsuma en la propia. Se buscaba una homogeneizacion. Lo diverso no era reconocido.

La balcanización ocurre cuando se da prioridad a la intraculturalida dejando de lado la interculturalidad. Eso no sucede si el Estado unitario reconoce la diversidad de naciones y pueblos de su territorio, como se esta haciendo en el caso boliviano.

Orígenes

Los inicios del nacionalismo moderno se remontan hasta la desintegración, al final de la edad media, del orden social feudal y de la unidad cultural (en especial la religiosa) de varios estados europeos. La vida cultural europea estaba basada en la herencia común de ideas y actitudes transmitidas a través del latín, el idioma de las clases con formación. Todos los europeos occidentales profesaban entonces la misma religión: el catolicismo. El derrumbe del sistema social y económico dominante, el feudalismo, vino acompañado del desarrollo de comunidades más grandes, interrelaciones sociales más amplias y dinastías que favorecieron los valores nacionales para conseguir apoyos a su dominación. El sentimiento nacional se vio reforzado en algunos países durante la Reforma protestante [3], cuando la adopción del catolicismo o del protestantismo como religión nacional actuó como fuerza de cohesión colectiva adicional.

La Revolución Francesa

El gran punto de inflexión en la historia del nacionalismo en Europa fue la Revolución Francesa. Los sentimientos nacionales franceses se habían encarnado hasta ese momento en la figura de su rey. Como resultado de la Revolución, la lealtad al monarca fue sustituida por la lealtad hacia la patria. Por eso La Marsellesa, una de las canciones más populares durante el periodo revolucionario, que luego sería el himno de la nación, empieza con las palabras “Allons enfants de la patrie” (“Marchemos, hijos de la patria”). Francia alcanzó de hecho un gobierno representativo cuando la Asamblea Nacional sustituyó en 1789 a los Estados Generales, cuerpo asambleario que reunía en grado de representatividad desigual al clero, la aristocracia y el pueblo.

La administración territorial, anteriormente muy regionalizada fue sustituida por otro sistema muy centralizado y que imponía instituciones y leyes comunes a todos los ciudadanos. Las tropas francesas transmitieron este espíritu nacional derivado de la Ilustración a otros países y áreas geográficas, como Sudamérica, que impregnada de los ideales de liberación e independencia iniciaría pronto su proceso de emancipación.

La aparición del nacionalismo coincidió cronológicamente con el inicio de la Revolución Industrial [4], e favorecía el desarrollo económico nacional y, ligado a éste, la aparición de una clase burguesa que no tardaría en reclamar gobiernos representativos sancionados por constituciones liberales. Adscritas al romanticismo surgieron literaturas nacionales que expresaban las tradiciones y el espíritu común de cada pueblo. Se concedió nueva importancia a los símbolos nacionales de todo tipo, y de esta forma se crearon las festividades nacionales conmemorativas de los diferentes sucesos de la historia nacional.

Con anterioridad al brote del nacionalismo en Europa, el primer tercio del siglo XIX contempló el asombroso y múltiple nacimiento de una veintena de estados en el continente americano, desde el Mississippi (frontera entre los dominios de España y Estados Unidos), hasta la Tierra del Fuego en Argentina.

Durante este proceso, acaecido entre 1810 y 1830, fueron apareciendo nuevos países que, tras anexiones, pérdidas territoriales y cambios de denominación oficial, quedaron constituidos tal y como son en la actualidad, entre otros México, Argentina, Brasil, Chile, Colombia y Venezuela.

Las Revoluciones de 1848

Las revoluciones de 1848 [5] marcaron el despertar de la conciencia nacional de distintos pueblos europeos. Ese año, alemanes, italianos y otros grupos sometidos a estados plurinacionales, como los imperios austriacos, ruso y otomano, iniciaron sus primeros pasos hacia la idependencia y el establecimiento de sus respectivos estados nacionales.

Aunque las experiencias revolucionarias de 1848 fracasaron, sus ideales y objetivos se afianzaron en la mentalidad de los pueblos con el paso de los años. Tras dos complejos procesos de unificación, Italia y Alemania lograron verse constituidos como entidades políticas independientes con los nombres de reino de Italia (1861) y de II Imperio Alemán (1871) respectivamente.

Otros pueblos de Europa central que combatieron por su independencia nacional en 1848 fueron los polacos (cuyo territorio fue repartido entre Rusia, Alemania y Austria), los checos y los húngaros (súbditos ambos de la monarquía austriaca), y los pueblos cristianos de la península de los Balcanes que estaban bajo dominio del sultán del Imperio otomano. La historia de Europa entre 1878 y 1918 estuvo en gran parte determinada por las aspiraciones de los pueblos sin Estado para llegar a tenerlo, esquivando su sujeción a los imperios en los que estaban integrados políticamente. De forma muy concreta, la situación de todos los pueblos balcánicos englobados bajo el dominio otomano generó la denominada Cuestión Oriental [6], motor de gran número de conflictos que se perpetuaría durante el siglo XX.

La I Guerra Mundial

La I Guerra Mundial, originada por la preeminencia de las políticas nacionales sobre los intereses de la paz común, colmó las aspiraciones de los pueblos centroeuropeos.

Cuando Estados Unidos se incorporó a la contienda, su presidente Woodrow Wilson proclamó el principio de autodeterminación nacional como uno de los pilares básicos en que habría de basarse la estabilidad de la sociedad internacional una vez que acabara el conflicto.

El final de la I Guerra Mundial y sus tratados de paz parejos (Versalles, Trianón, Sèvres, Neuilly-sur-Seine, y Brest-Litovsk) supusieron el final del régimen imperial en Turquía, Rusia, Austria y Alemania y el surgimiento de nuevos estados nacionales independientes, tales como Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Checoslovaquia, el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos (posteriormente rebautizado como Yugoslavia) y Hungría. Otros como Rumania ampliaron sus fronteras. A pesar de todo, los problemas nacionalistas continuaron en esta zona europea.

Las nuevas entidades políticas creadas absorbieron a minorías étnicas o lingüísticas que comenzaron a reivindicar a su vez la independencia o determinadas modificaciones territoriales. Las reclamaciones contrapuestas del nacionalismo alemán y polaco, entre otras, propiciarían el comienzo de la II Guerra Mundial. La radicalización del nacionalismo durante y después de la I Guerra Mundial tuvo un claro origen: la aparición del fascismo como fórmula de exaltación de una ideología que pretendía encontrar una salida a la crisis económica, de la que se culpaba al fracaso del liberalismo, evitando la vía comunista. El fascismo [7] en Italia y el nacionalsocialismo en Alemania se presentaron como regímenes totalitarios que intentaban destruir la oposición y aglutinar todos los recursos del Estado en la realización de un programa de engrandecimiento nacional. Dado que una política semejante chocaba con los intereses e incluso con la supervivencia de otras naciones, la guerra generalizada en Europa se hizo inevitable. La Unión Soviética, fundada tras la Revolución Rusa como punta de lanza de un movimiento revolucionario que se entendía habría de ser mundial, abandonó con Stalin al frente estos principios internacionalistas para definir su nueva política como ‘el socialismo en un sólo país’; así, un signo inequívoco de esta nueva tendencia fue la sustitución de La Internacional por un nuevo himno nacional.

Otra de las consecuencias decisivas de la I Guerra Mundial fue la aparición del nacionalismo en Asia y África, sometidas al imperialismo [8] europeo generado por la necesidad de mercados y materia prima en los países industrializados. El nacionalismo asiático tuvo su ejemplo y referencia en Japón, el primer país del Extremo Oriente que, gracias a su temprana modernización, fue capaz durante la Guerra Ruso-japonesa (1904-1905) de vencer a una potencia occidental.

Después de la I Guerra Mundial, los turcos, bajo el mando de Mustafá Kemal Atatürk, derrotaron (1922-1923) a los aliados occidentales y modernizaron su Estado siguiendo el modelo europeo.

Durante el mismo periodo, el dirigente del Congreso Nacional Indio, Mahatma Gandhi, fomentó activamente las aspiraciones de indias para lograr su independencia nacional.

En China, el dirigente del nacionalista Guomindang (Partido Nacional del Pueblo), Sun Yat-sen, inició una exitosa revolución nacional.

El Nacionalismo Desde la II Guerra Mundial

La penetración del nacionalismo en las colonias se aceleró con la II Guerra Mundial. Los imperios británico, francés y holandés en Asia oriental fueron derrotados por los japoneses que proclamaron el lema “Asia para los asiáticos”, consiguiendo el apoyo de numerosos grupos nacionalistas durante la ocupación de sus territorios.

Las potencias coloniales se vieron aún más debilitadas por las consecuencias militares y económicas de la guerra y de la expansión del poder soviético. En su propaganda, la Unión Soviética subrayaba en primer término el derecho de las colonias a su autodeterminación e independencia. Así la consiguieron India, Pakistán, Ceilán (actualmente Sri Lanka), Birmania (hoy Myanmar) y la actual Malaysia. Del mismo modo, Estados Unidos otorgó la independencia a las Filipinas. Los Países Bajos cedieron por su parte el control de parte de sus posesiones asiáticas, que se convirtieron en la República de Indonesia. Después de una trágica guerra, Francia perdió su imperio colonial en Indochina. Hacia 1957, el nacionalismo se había extendido por toda Asia y casi todos los imperios coloniales europeos habían desaparecido.

El proceso también se produjo en África y Oriente Próximo. Hacia 1958, entre los nuevos estados nacionales que habían aparecido en esas regiones se encontraban Israel, Marruecos, Túnez, Libia, Sudán, Ghana, Egipto, Siria e Irak.

Al comenzar la década de 1990, el nacionalismo sigue siendo una fuerza muy poderosa en la política internacional. Las aspiraciones nacionalistas opuestas de israelíes y palestinos siguen generando inestabilidad política en Oriente Próximo. En Europa del Este, donde las pasiones nacionalistas habían permanecido sometidas por la presión de los sistemas comunistas desde la II Guerra Mundial, el declive de los regímenes comunistas ha provocado la desintegración de la Unión Soviética en numerosos estados independientes, identificados territorialmente con sus antiguas repúblicas. Otro grave conflicto generado por el nacionalismo extremo ha sido la guerra de la antigua Yugoslavia [9]. También se han producido disoluciones pacíficas, caso de la antigua Checoslovaquia (escindida desde el 1 de enero de 1993 entre Eslovaquia y la República Checa).

| Comentario | Tabla de Contenido | Naciones de Bolivia | Estado Nacional |
NACIONES DE BOLIVIA RECONOCIDAS POR LEY Nº 4021 RÉGIMEN ELECTORAL TRANSITORIO
[3] La Reforma. Movimiento religioso surgido en el siglo XVI en el ámbito de la Iglesia cristiana, que supuso el fin de la hegemonía de la Iglesia católica y la instauración de distintas iglesias ligadas al protestantismo. La Reforma, precedida por la cultura del renacimiento y, de alguna forma, seguida por la Revolución Francesa, alteró por completo el modo de vida de Europa occidental e inició la edad moderna. Aunque se inició a principios del siglo XVI, cuando Martín Lutero desafió la autoridad papal, las circunstancias que condujeron a esa situación se remontan a fechas anteriores y conjugan complejos elementos doctrinales, políticos, económicos y culturales.

[4] Revolución Industrial. Proceso de evolución que conduce a una sociedad desde una economía agrícola tradicional hasta otra caracterizada por procesos de producción mecanizados para fabricar bienes a gran escala.

[5] Revoluciones De 1848. Serie de insurrecciones acaecidas en diversos países europeos donde habían fracasado los intentos de llevar a cabo reformas económicas y políticas. Estas revoluciones, de carácter liberal democrático y nacionalista, fueron iniciadas por miembros de la burguesía, que reclamaban gobiernos constitucionales y representativos, y por trabajadores y campesinos, que se rebelaban contra el aumento de las prácticas capitalistas que les estaban sumiendo en la pobreza. Estas peticiones se unieron a consideraciones nacionalistas en aquellos pueblos sometidos a un gobierno extranjero que consideraban necesario crear un Estado propio, sobre bases liberales, para garantizar su carácter nacional. Tal fue el caso de alemanes, italianos, checos, húngaros y rumanos. Pese a que los logros alcanzados gracias a las revoluciones de 1848 no perduraron, este movimiento ejerció una influencia a largo plazo en los gobiernos europeos al minar el concepto absolutista de la monarquía y promover una corriente en favor del liberalismo y el socialismo.

[6] Cuestión Oriental. Término acuñado, al parecer, en 1821, para describir los diversos conflictos internacionales concernientes al Imperio otomano y, específicamente, a la guerra de la Independencia griega iniciada en 1821. Comenzó a emplearse para hacer referencia a los problemas diplomáticos resultantes del declive de la autoridad otomana en Europa, entre los que se encontraban el reparto de los territorios del Imperio en los Balcanes, el control de los estrechos del Bósforo y los Dardanelos y la posesión de Constantinopla (Estambul).

[7] Fascismo. Forma de totalitarismo del siglo XX que pretende la estricta reglamentación de la existencia nacional e individual de acuerdo con ideales nacionalistas y a menudo militaristas; los intereses contrapuestos se resuelven mediante la total subordinación al servicio del Estado y una lealtad incondicional a su líder. En contraste con los totalitarismos de izquierdas identificados con el comunismo, el fascismo basa sus ideas y formas en el conservadurismo extremo. Los regímenes fascistas se parecen a menudo a dictaduras —y a veces se transforman en ellas—, a gobiernos militares o a tiranías autoritarias, pero el fascismo en sí mismo se distingue de cualquiera de estos regímenes por ser de forma concentrada un movimiento político y una doctrina sustentados por partidos políticos al margen del poder. (Mariategui, Jose Carlos, La Escena Contemporanea, Lima, Perú: Amauta, 11ª, 1981, paginas 27 -55).

[8] Imperialismo. Práctica de dominación empleada por las naciones o pueblos poderosos para ampliar y mantener su control o influencia sobre naciones o pueblos más débiles. Aunque algunos especialistas suelen utilizar este término de forma más específica para referirse únicamente a la expansión económica de los estados capitalistas, otros eruditos lo reservan para caracterizar la expansión de Europa que tuvo lugar después de 1870. Aunque las voces imperialismo y colonialismo tienen un significado similar y pueden aplicarse indistintamente en algunas ocasiones, conviene establecer ciertas diferencias entre ellas. El colonialismo, por lo general, implica un control político oficial que supone la anexión territorial y la pérdida de la soberanía del país colonizado. El imperialismo, sin embargo, tiene un sentido más amplio que remite al control o influencia ejercido sobre otra región, sea o no de forma oficial y directa, e independientemente de que afecte al terreno económico o político.

[9] Guerra de la antigua Yugoslavia. Conflicto bélico surgido a partir de la desintegración de la antigua Yugoslavia, que tuvo lugar desde 1991 hasta 1995, en el cual los grupos étnicos serbios, croatas y musulmanes combatieron entre sí en una guerra civil localizada en la península de los Balcanes. La Antigua Yugoslavia Las seis repúblicas que constituían originalmente el Estado plurinacional de Yugoslavia (nombre que, en español, significa ‘país de los eslavos del sur’), unidas nuevamente por Josip Broz (Tito) tras una cruel lucha entre grupos profascistas y procomunistas durante la ocupación alemana en la II Guerra Mundial eran: Eslovenia, Croacia, Macedonia, Serbia, Bosnia-Herzegovina y Montenegro. La población estaba compuesta por cuatro grandes grupos: serbios (42%), croatas (24%), eslovenos (9%) y macedonios (5%); el resto eran húngaros, italianos, albaneses y otras minorías. De todos ellos, el 42% profesaba la fe ortodoxa (principalmente, serbios), el 32% el catolicismo (fundamentalmente, croatas y eslovenos) y el 12% la fe islámica (especialmente, parte de la población bosnia y de los habitantes de Kosovo).

Bibliografía. Blas Guerrero, Andrés de (director), Enciclopedia del Nacionalismo, Madrid, España: Tecnos, 1997. —— Blas Guerrero, Andrés de, Nacionalismos y naciones en Europa, Madrid, España: Alianza, 1994. —— GARCÍA linera, Álvaro, “¿Qué es una Nación? en Critica, No.- 3, Septiembre 2001, La Paz, Bolivia, pagina 6, 7. —— Gellner , Ernest, Encuentros con el nacionalismo. Madrid, España: Alianza, 1995.—— Gellner , Ernest, Naciones y nacionalismo, Madrid, España: Alianza, 1988. Análisis del problema del nacionalismo desde un punto de vista político. —— Guibernau , Montserrat, Los nacionalismos. Barcelona, España: Ariel, 1996. Introducción al nacionalismo desde una perspectiva política. —— Hobsbawm , Eric J., Naciones y nacionalismo desde 1780. Barcelona, España: Crítica, 2ª ed., 1992. Estudio histórico del nacionalismo, muy útil como obra de referencia. —— MARIATEGUI, Jose Carlos, La Escena Contemporánea, Lima, Perú: Amauta, 11ª, 1981.——


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